Llegar a un país y no dominar su lengua nos lleva a crear palabros de lo más variopinto. Hace unos días la madre de mi hija leyó un cartel de una frutería regentada por paquistanís en el que se ofrecían "mandrini" a buen precio. Nótese el esfuerzo y el desparpajo en la inmersión castellana para referirse a las mandarinas.
En relación con esta anécdota me vino a la memoria otra no menos hilarante cuando trabajaba en una empresa de decorados. En dicha empresa, sita en la Avenida del Puerto, y en aquella época no siempre teníamos a mano las herramientas más adecuadas para trabajar. Debíamos tallar poliestireno expandido, alias "corchopán". Vamos, que sin la protección adecuada podíamos acabar de una forma parecida a como estuvieron a punto de fenecer Pablo Motos y Marron entre bolitas del famoso "corcho blanco", aunque no tan estúpidamente (dicho sea de paso).
En relación con esta anécdota me vino a la memoria otra no menos hilarante cuando trabajaba en una empresa de decorados. En dicha empresa, sita en la Avenida del Puerto, y en aquella época no siempre teníamos a mano las herramientas más adecuadas para trabajar. Debíamos tallar poliestireno expandido, alias "corchopán". Vamos, que sin la protección adecuada podíamos acabar de una forma parecida a como estuvieron a punto de fenecer Pablo Motos y Marron entre bolitas del famoso "corcho blanco", aunque no tan estúpidamente (dicho sea de paso).
1 comentario:
Menos mal que las "mandrinis" son una fruta.
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