viernes, 29 de enero de 2010

De principios y fines

Al principio fue la fisión; nos reconfortamos con electricidad a raudales que nos proporciona pero el combustible que la hace posible se acaba y llega su fin. ¿Fin? Dicen de la energía nuclear que es limpia. Sin en cambio deja residuos, si bien lustrosos, que nadie quiere. ¿Nadie? El miedo a convertirse en un Springfield simpsoniano español se torna en aprecio a la vista del color de millones de euros en comarcas españolas donde, si cerramos los ojos y escuchamos, podemos apreciar el sonido de los matojos secos al rodar por paisajes desérticos (especialmente, de ingresos). Eso sí, sin una banda sonora de Morricone de fondo.



Resultaba extraño que la elección del emplazamiento de cementerio nuclear (requiescat in pacem durante muuuucho tiempo) supusiera un enfrentamiento televisivo entre el municipio arriacense (guadalajareño, pero más corto) de Yebra y el catalán de Ascó. Pero, claro, cada día que pasa surge un nuevo candidato: en Cuenca, Valladolid, Valencia... Es lo que tienen los leuros (plural de el leuro, forma caló del castellano el euro). Cosa que empieza a resultar cansina al hacerse eco de ello los medios de comunicación monopolizados por el desastre de Haití; y todo ello tras miles de telediarios sin saber nada de aquella isla que gorronearon los franceses a los españoles que gorroneaban a los indígenas.


Aunque los municipios quieran para sí el almacén de residuos por el pecunio contante, no despierta pasión entre los presidentes autonómicos, tan dados a las arengas municipales en las elecciones. Ni mucho menos en la candidata (del PP) a presidir cierta comunidad manchega de cuyo nombre no quiero acordarme. Pero mucho más feo que la recolección de las inmundicias de la fisión es condicionar desde la dirección de un partido las decisiones democráticas completamente legítimas de un municipio.



Volviendo al tema que nos ocupa, al principio fue una receta de ensalada, y hoy llega a su fin. No el de los palabros en sí, porque viven en la lengua y las lenguas están vivas en quienes las hablan, aunque otros las perpetren, amenacen o intenten acallar. Creo que, como experimento, esta ensalada ha durado mucho más que cualquier otra, si bien carecía de arándanos, vinagre de Módena del de Módena de toda la vida o su poquito de rúcula. Y mucho más aún de lo que esperaba su autor. Llega el momento de buscar otras recetas.

Saludos a todos los lectores que han pasado por estas páginas. Nos vemos en otros blogs, en la cafetería, en la sala de profes, en el concierto, en Gode, en el parque, en casa...