jueves, 4 de septiembre de 2008

Síndrome prelaboral (antes llamado postvacacional) o ¡a currar, Mariano!

Fectivamente. Se acabó lo que se daba excepto para los que no tuvieron vacaciones y ahora se regodean cual chancho en cilanco restregando al personal que se van de viajecito a tal sitio mucho más barato porque ya no hay tanta demanda. Y encima sin turistas.

Me quejo de puro huevón (hueón para los chilenohablantes que me lean) porque si hay un colectivo al que pongan de vuelta y media con el tema vacacional es el docente. Indecente, oiga, puesto que uno, por cosas del destino y vaya usté a saber por qué, acabó en él. Ahora cunde el síndrome postvacacional que dicen los expertos, cuando todos sabemos que es en realidad afecto por el tocamiento de gónadas, bien criado durante el período festival (período festivo del verano).

Ciertamente no hay nada como ser estudiante en cuestión de días libres, excepto profesor. Claro que no hay más que proponerle el intercambio de trabajo a otro tipo de empleado para que éste reconozca que alguien tiene que hacer el trabajo sucio con el fin de que los hombres y mujeres del mañana utilicen un libro para algo más que calzar una mesa coja o decorar estanterías. Ahí llegados, el ser humano no docente reconoce que pasarse unas cuantas horas al día en jaulas de treinta y pico fieras, cinco días a la semana, es harina de otro costal y bien merece el reposo del guerrero, aunque sin walkyrias ni ambrosía.

Un servidor está bastante acostumbrado a tratar con individuos de esa calaña (los estudiantes, no los seres humanos no docentes, que también) y el león no es tan fiero como lo pintan después de diecinueve o veinte dentelladas y setenta zarpazos. Vamos, se les coge hasta cariño cuando piensas que el curso que viene no puede ser peor. Y vaya si lo puede ser.

Afortunadamente existen, aparte de los colegios, muchos hogares donde se pueden encontrar estos entrañables animalillos sin los cuales no tendríamos películas Disney ni DVD portátil. A sus padres va dedicado este homenaje, para que recuerden aquellos felices años en que el león no era tan fiero como lo pintaban. Y también a los que estamos en fase de cría o se lo están viendo venir. Con ustedes, Les Luthiers, esos grandes creadores del palabro.

Consejos para padres

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