miércoles, 25 de marzo de 2009

¡¡Trata de arrancarlo, por Dios!!

No, no me refiero al incidente de Carlos Sainz y Luis Moya ni a una expectoración fallida. Es que se me ha hecho larga la espera de cierta competición y ya me había entrado el mono. Volviendo la vista atrás me percato de que nunca he hablado aquí de una de mis aficiones, que parece no tener muchas conexiones con el área de la lingüística. Craso error. Ahora que arranca el mundial de Fórmula Uno me doy cuenta de que es un tema que da mucho que hablar. Y no porque Alonso haga esto o lo otro o lo deje de hacer (que es lo que más da que hablar, si hoy ha hecho duro y mañana blando). Precisamente porque es una fuente inagotable de palabros ingleses. Pero una fuente que da pena, porque da muestras de la poca capacidad traductora de nuestros comentaristas (lo del periodismo deportivo ya me empieza a sonar a inteligencia militar o a responsabilidad política, toda una contradicción).

Eso sí, como hablan palabros ingleses parece que saben mucho porque están a la última y "es que esas cosas se llaman así". Cierto es que que las lenguas reciben préstamos de otras (ya hablamos de esto con el tema del fútbol) pero ya nadie llama referee al árbitro o goalkeeper al portero in Spain. Nos hacen creer que están at the parrot (al loro) porque llaman mass dumper a un distribuidor de masa o grip a la adherencia; porque es más guay decir que un neumático tiene graining en lugar de granulado, o sea Mari, de pelotillas de goma pegadas; porque dónde va a parar decir pit stop, porfa Borja, en lugar de parada técnica (de repostaje, cambio de neumáticos u otros ajustes); y qué me dices, PepiJuli, del blistering o ampollas en los neumáticos o del safety-car, como si no se le pudiese llamar coche de seguridad.

Con todo, no se le puede negar a la lengua inglesa ciertas palabras cómodas dignas de herencia (láser --Light Amplification by Stimulated Emission of Radiation-- es mucho mejor que su equivalente castellano aleer --Amplificación de Luz por Emisión Estimulada de Radiación--, que a nadie se le ocurrió usar y que podría provocar alergia a mucho español poco dado a la lectura). Pero en el campo de la F1 no hay innovación que dure mucho tiempo porque queda obsoleta enseguida, así que las palabras se las lleva el viento. El nuevo sistema KERS para los motores (Kinetic Energy Recovery System), que yo llamaría REC (si ya decimos sistema, no hay porqué repetir la sigla S y tenemos Recuperación de Energía Cinética; ya ves qué difícil, Pocholo). Claro que todo puede ser para evitar confusiones con un ogro llamado Shreck que tiene taaaanto que ver con este deporte.

Al margen de estas fruslerías yo me dispongo a pegarme mis madrugones y asustar al vecindario cuando haya un adelantamiento meritorio, con la venia familiar. Donde otros ven una competición aburrida (y a veces lo es) yo disfruto o sufro cada segundo porque cada carrera da para mucho si uno se ha criado desde bien pequeñito viendo cada domingo a Nikki Lauda, Keke Rosberg, Ricardo Patrese, Nelson Piquet, Ayrton Senna o Alain Prost jugarse el pellejo en el asfalto. Y que es un deporte muy completo, leñe, y si no fíjense en la variante de lucha que se puede disputar una vez el piloto se apea del coche. (Batalla del abuelito: de esto me acuerdo yo y eso que la carrera fue en el 82). No me digan que no es televisivo.



Además, el buen aficionado a la Fórmula Uno (así, en mayúsculas, porque es marca registrada y sus magnates exprimen hasta el último céntimo --¿e o no e, yerníssimo Agag?--) tiene sentido del humor y mucha gente invierte su tiempo en elaborar chorradas como el cartel de abajo, que a mí me hizo gracia en su momento, cuando McLaren no tiraba ni para atrás por sus roturas de motor Mercedes (Merche, para los amigos). Les dejo, que tengo una cita con el Gran Premio de Australia. Que ustedes lo arranquen bien.




viernes, 20 de marzo de 2009

Retazos postapocalípticos

Acabo de hacer mutis por el foro, pero no por el teatral, sino por el foro madrileño. Regreso de un exilio forzoso provocado por el apocalipsis fallero, en el cual bestias de diez cuernos y siete cabezas surgen de las carpas que colapsan las calles arrojando masclets por sus bocas. Bueno, tal vez exagere un poco, pero cualquiera que viva en Ruzafa y no sea fallero puede ver las cosas de forma no muy distinta.

Tuve oportunidad en los madriles de practicar inglés con algún turista ante su ofrecimiento para ayudarme con el carrito de mi hija (con ella a bordo) y arrejunté unos vocablos tal que "It's more difficult for me to up que downstairs", pretendiendo decirle que ya me apañaba bajando el carrito por las escaleras del metro, que lo chungo era subir por ellas, y que cenquiuberimach por su colaboración pero ya podía yo solito, machote, escaleras abajo. Quede dicho que los minusválidos madrileños deben desconocer el transporte suburbano dada su nula accesibilidad. Piénsenselo si van a los madriles con niños y carritos anejos.

Por lo demás, fui un turista más (exiliado, eso sí, insisto) recorriendo en familia las calles de la urbe capitalina. No pude evitar echarle el ojo a algunos cartelitos, no ya con la visión pejiguera y correctora ortográfica de anteriores entradas, sino con más amplitud de miras, la del mirón curioso. Por ejemplo:

Cualquiera preguntaría si se puede tomar un Frenadol con Bacardí en este establecimiento. Tranquilos, no es una apoteca (o botica), sino más bien una bodega (tres palabras que provienen del griego romanizado apotheca, que vale para cualquier sitio donde te venden cosas para el dolor de cabeza, sólo que en uno te lo arreglan y en otro te lo provocan). Prosigamos con el paseo.

Alguna vez hablamos de que la gente se excusa en las mayúsculas para no poner tildes. Sin embargo, la ausencia de éstas en el cartel nos da a entender que la tienda musical no cesa su venta (continua la venta no es lo mismo que continúa la venta: debe estar también de guardia las veinticuatro horas del día) en la calle del Espejo. Vamos, que no paran de vender instrumentos a troche y moche: un sinvivir para los pobres dependientes. Aunque nada más desconcertante como el siguiente cartel:

A mí me enseñaron a leer de izquierda a derecha y de arriba a abajo. Aún me estaría preguntando qué venden en el Tadel Bermedio Nadia si no fuera porque me acordé de que los chinos y los árabes utilizan otro sistema. Cambié el orden normal de lectura y me di cuenta de que el Delta Mediober Diana tampoco tenía mucho sentido. Debe ser que visitar una taberna al mediodía hace estragos en la lectura (y en la escritura).

A veces me quejo por puro vicio. Tanto criticar a la gente que no pone tildes y ahora tengo que criticar lo contrario. Bien mirado debe ser un desplazamiento de la tilde del pronombre sujeto Él al pronombre tónico de complemento preposicional ti, que no la necesita. Es que estas tildes son un poco díscolas y no se dejan llevar por el buen camino. Son unas tildes descarriadas. Tal vez en la iglesia encuentren el camino recto.

Y para acabar este recorrido cartelístico por Madrid nada mejor que constatar que la señorita Bernarda ha mejorado en el escalafón social. Sin duda que de tanto ahorrar con su antigua profesión ha podido agenciarse un local donde servir copas, así ya no tendrán que hablar de sus partes nobles. En fin, que me han entrado ganas de tomarme una cervecita, no sé por qué será, y les voy a tener que ir dejando. Que ustedes lo pasen bien.

jueves, 12 de marzo de 2009

Retazos preapocalípticos (antes de fallas)

Con cierto retraso acudo a mi cita cuasisemanal, en parte porque no tenía muy claro qué contar, en parte porque tenía otras cosas en las que pensar o que hacer. Pero lo que es estar, estoy en las mismas. Pensé en recordar a Pepe Rubianes, prestidigitador de las palabras, que nos dejó huérfanos de la coña marinera el uno de marzo. Sin embargo ya estaba todo dicho en múltiples dedicatorias de muchos artistas, periodistas y gentes de mal vivir, como la de Javier Pérez de Albéniz (ex de El Mundo y colaborador de Soitu.es). Y como es mejor tener la boca cerrada si no se tiene nada mejor que añadir, servidor se queda a boca chiusa como en el coro de Madame Butterfly.

Por otra parte, me parecía excesivamente escabroso dedicar una entrada a la absolución de un asesino por parte de un jurado popular en Vigo. ¿Dije asesino? Perdón, alguien que mata de 57 puñaladas a dos personas y luego prende fuego al lugar de los hechos debe ser sólo un pobre homicida que actúa en defensa propia, no un asesino. Por lo visto, ante la posible amenaza de que le dejaran el pompis como para que se le cayesen los supositorios prefirió optar por una medida drástica, en lugar de darse el piro del pisito al que acudió para seguir una noche desenfrenada de drogas y alcohol. Pero claro, en este país cargarse a un monosensual es diferente. La integridad del fistro duodenal del macho ibérico no puede ser cuestionada. ¿Hubiera reaccionado igual el jurado si las víctimas hubieran sido mujeres? Afortunadamente, a este ser con los cables cruzados, (qué buen papá va a ser) aún le pueden meter en el trullo... ¡por el incendio! Habrá que reformar las acepciones de ensañamiento.

Al final he optado por subir el volumen a las palabras que no se oyen. No porque se digan bajitas. Sino porque no ocupan espacios en los telediarios o se publican en rincones apartados de algún periódico. Como, por ejemplo, la dimisión del director general de Terra Mítica ante la pretensión de vigilar su contabilidad. Ese parque sí que es un verdadero agujero negro de las cuentas públicas valencianas y no lo que buscan los astrofísicos. Más indignante es saber que un abogado ha sido condenado a la cárcel por aceptar sobornos de... ¿se lo imaginan? Berlusconi (¡¡tacháaaaaaaan!!). Pueden poner la mano en el fuego por quien no va a ir a la cárcel habiéndole pagado el módico precio de 600.000 € por los servicios prestados. ¡Qué cosas tiene la vida! Si te untan vas a la trena, pero el untador puede ejercer de primer ministro de Italia sin problema.

En fin, naderías que no van a ningún sitio porque carecen de interés. Da la impresión de que a los medios informativos no les preocupa qué pensemos, ya que por lo visto el público debe haber perdido tal capacidad. Afortunadamente hay compañías aéreas que, por lo menos, se interesan en saber que sus clientes piensan y utilizan la cabeza. Vamos, que no son unos descerebrados (gracias, Peter Parker, por acercarnos el blog de José María Romera : http://romera.blogspot.com).

Claro, que ahora que lo pienso, tal vez a la compañía le gustaría saber qué piensan sus clientes, no que piensen (hete aquí la importancia de saber inglés: poder entender lo que se escribe mal en español). Pensándolo bien, alguien se dejó la tilde, esa gran desconocida.